13/8/09

Futbol Internacionalizante

No soporto a las personas monotemáticas, incluso cuando yo mismo tiendo a sólo hablar de política. Pero el caso es que son(somos) medio chocosas, los argumentos se repiten y se repiten, se los plantea de una forma y luego de otra y no se llega a mucho. Pero algo de lo más chocoso son las peronas monotemáticas cuyo tema es el futbol.
A mi me encanta el futbol, creo que es el deporte más hermoso del mundo y creo que es lo más importante de lo menos importante, pero me parece terrible que el futbol lo sea todo o casi todo para una persona, o sea, que sea lo más importante de su vida.
Aquí es donde es prudente hacer la diferenciación entre el fanatismo y la pasión. Un buen amigo considera que ambas son lo mismo y que por ende hay que vivir el futbol muy aparte y casi que no gritar cuando tu equipo favorito mete gol, porque entonces eres un fanático. Yo por el contrario creo que durante 90 minutos (más lo que se agregue) debes de apasionarte lo más posible, tanto como cuando haces el amor o discutes acaloradamente sobre Obama o la izquierda latinoamericana.
Pero ayer caí en la cuenta de algo y es que en este siglo en que la guerras no son claramente ganadas por algún país, la fuente de satisfacción de las sociedades son las justas deportivas. Y esto en lugar de ser una especie de chouvinismo quimérico, es un avance en nuestras sociedades. Contrario a lo que ocurrió entre Honduras y El Salvador que entraron en guerra después de un partido de futbol, lo que sucede en el mundo es que las rivalidades y el orgullo nacional ya no trascienden a los 90 minutos que dura un partido de futbol y a los 90x120 metros de la cancha.
Es decir, los deportes se han convertido en una fuente de internacionalismo, cada vez más personas de distintos países intercambian regalos, cervezas, abrazos, fluidos gracias a la globalización, y se asumen como iguales y sus diferencias pueden aflorar cuando sus selecciones nacionales se enfrentan, y pueden mentarle la madre al árbitro y gritar y llorar de emoción, pero no trascenderá a más. Uno se irá triste y otro feliz, pero no se habrá disparado una sola bala, no habrá muerto un solo soldado del ejército contrario, no habrán mutilados, ni bombas por error en las casas de civiles, nadie conquistará a nadie, solo habrá sido una catarsis de emociones y después todos pueden volver a ser amigos.
Todo esto podría sonar muy optimista o naif en días de hambre, de desigualdad y cuando aún hay zonas en guerra o campos minados, o terroristas de estado y no estatales. Pero es claro que debemos de transitar hacia esto, hacia la resolución pacífica de las controversias que incluye el fin de los nacionalismos absurdos, y para eso puede servir el futbol entre otros deportes. Prefiero mil veces que México pierda contra Estados Unidos en futbol a que lleguemos al Choque de Civilizaciones de Huntington.
P.D. Sigo feliz por la victoria de ayer, eso sí, la felicidad de ganar debe durar más de 90 minutos.

1 comentario:

Predicador Moral dijo...

Mediocre selección; Genial aparato mercadológico.