22/12/08

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Pues me gustó el artículo de hoy de Ricardo Raphael, bueno, me gustó porque no cancela la posibilidad de que surjan nuevos liderazgos, aunque es un tanto triste que en el corto plazo no vaya a ser posible verlos en acción.

Ricardo Raphael
Sequía de liderazgo
22 de diciembre de 2008

En México, el liderazgo es un concepto que ha venido de menos a peor. La figura del líder, por donde se nos cruce, carece hoy de prestigio. Igual ocurre en las asociaciones de barrio, los sindicatos, las agrupaciones empresariales o en el resto de las organizaciones no gubernamentales.
Dentro de los partidos la situación es aún más grave. Basta con ser integrante de la clase política para ser visto como un antilíder de la sociedad. La descomposición de la confianza es tanta que en estos días sólo un ingenuo se atrevería a colocar su futuro en manos de un extraño.
Se trata de una paradoja desafortunada justo ahora cuando tanta es la necesidad de conjurar orquestadamente los demonios profetizados. No hay manera en que las fuerzas de la sociedad puedan organizarse en ausencia de dirigentes creíbles y fuertes.
Los mexicanos, por fortuna, quebramos la fórmula priísta para construir liderazgo. Con la transición reciente resolvimos dejar atrás buena parte de las reglas autoritarias y jerárquicas que antes garantizaban lealtad y sumisión hacia el poderoso.
Sin embargo, no hemos podido sustituir lo previo. Tan hartos terminamos de la tradición política que ahora no sólo rechazamos la estructura clásica del poder priísta, sino que terminamos por impugnar toda expresión del poder.
Los supuestos políticos de la nueva era no han servido para reinventar lustrosamente su oficio. Han optado, en cambio, por la fabricación artificiosa y la impostura carismática, que sólo amplía la desconfianza social.
Con su errática conducción del país, Vicente Fox Quesada fue quien inauguró la última crisis del liderazgo político en México. Mucho se esmeró el ex presidente por esculpir una figura atractivamente mediática, mezcla de atributos viriles, desplantes desparpajados y frases cortas pero efectistas.
Emulando quizá la figura cinematográfica de Pedro Infante, los mexicanos terminamos obteniendo una presidencia ingenua pero generosa, osada pero inconsistente, valiente pero vanidosa. Toda ella muy presente en los medios de comunicación.
El carisma de Fox simultáneamente careció de la principal característica reclamable al líder: capacidad para conducir el cambio prometido. No tuvo una brújula propia que le indicara el lugar hacia donde debía empujar las energías desatadas por la alternancia.
Prueba evidente fue haber dejado intocadas la gran mayoría de las estructuras ilegítimas del régimen autoritario. Entre otras circunstancias, con él crecieron los feudos del poder corporativo, se consolidaron los virreyes regionales, y los poderes fácticos —legales e ilegales— se volvieron invulnerables.
El liderazgo fallido de Fox concluyó alimentando potentemente la frustración y también la ya vieja desconfianza hacia el poder.
En lugar de rechazar las formas ligeras y la frivolidad del foxismo, el resto de la clase política hoy sigue recurriendo a idénticas formulaciones. Los sucesores no han marcado distancia con el repertorio de trucos y engañifas utilizadas.
Ahí está Enrique Peña Nieto que, acompañado de La Gaviota, ha comprado un asiento como promesa política de las televisoras. O Marcelo Ebrard, quien para no quedarse atrás, con dineros también del erario, suele adquirir mañanas enteras en la pantalla chica.
Si bien es cierto que esta alianza político-económica con los medios tiene como peculiaridad volver muy populares a los gobernantes, también lo es que ella no resuelve la desconfianza, ni mucho menos la ausencia de liderazgo.
Será porque mientras más espectacular es el despliegue mediático, más cínica se vuelve la conducta de la clase política. Los policías y funcionarios se hacen más corruptos, los líderes obreros se hacen más ricos, el Presidente de la República más cómplice de Elba Esther Gordillo, los diputados más abusivos y los gobernadores y presidentes municipales menos comprometidos.
Estamos en crisis, urge construir confianza, necesitamos organizarnos. Si los liderazgos de la nueva era no llegan, el futuro de México sostendrá su desesperanzador horizonte.
Analista político

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